domingo, 28 de agosto de 2011

Asturias, si yo pudiera, nuevo miravoz de la poesía de Aurelio González Ovies



(Miravoz)


Asómate a les sílabes 
más altes de la palabra home, 
lo más al norte de la xeografía la carne, 
lo más al borde de su abismal esencia. 
(Aurelio González Ovies. El cantu'l tordu) 


Siendo muy niño, escribió Baudelaire, abrigué en el corazón dos sentimientos contradictorios: el horror por la vida y el éxtasis ante la vida.

Dos certezas igualmente positivas, que contradictorias se alzan en el resplandor de su unidad.

En El cantu'l tordu, del poeta asturiano Aurelio González Ovies, la contradicción de quien, como muy pocos, siente la vida plena y necesaria y al mismo tiempo fugitiva, se hace una con el lenguaje que siempre ha sido, hecho de pulsaciones y cadencias, de elocuentes balbuceos y de xiblíus, de calor, de lluvia, de estaciones, de pupilas de pájaros negros en las que se disuelve la noche.

Y este es el lenguaje del todo y de la nada, el que aprenden los príncipes de cuento al comer la lengua de un ruiseñor, el conocimiento que se bebe en un elíxir imposible, en la pecaminosa disfrutada fruta prohibida, ante una blanca pared zen con los ojos ya rotos de sueño, que se entrevé en el enésimo giro del sufí, en un jeroglífico de Akhenaton o en el romance umbro de la muerte hermana de Francisco.

Al too y a la nada,
gracies.

Al aire, por nun ser plomu
entovía
gracies.

En el xiblíu que atraviesa las páginas orbita una muy vieja y murmurante memoria, la de las causas y las consecuencias, la de las junturas entre las cosas, las asociaciones eternas aunque invisibles y olvidadas, recordadas renacidas en esta agua de inocencia en que el poeta sumerge a las palabras.

La lluz. La tarde. L'home.
El rebañu y el perru que dan vuelta.
Les chimenees qu'asomen sobre
ochobre.
El pueblu; el so silenciu azul de cal y hortensies.
Val la pena ser mortal y de carne.


Tanta beatitú
-un tordu canta-
merez la nuestra ausencia.

Cantu'l tordu que revela desde la primera nota la cosmicidad de su lenguaje, porque su lenguaje es el cosmos que al escucharse a sí mismo se mira, Narciso de otro signo, salvado por la gracia de Eco.

Poder del ecu...
Per un instante'l valle
tou palabra.

En esa palabra toda nacida de sí, el minúsculo cantu'l tordu puede serlo todo en el valle infinito del lenguaje, porque ha abierto todos los caminos y transita vertiginoso por las venas del sentido que parten desde el corazón de la Tierra hasta la última estrella insospechada.

Verdad de tabla esmeraldina: el mundo de arriba es el mundo de abajo y quien abre las tenues puertas de este libro grávido se asoma a las sílabas más altas de la palabra hombre y en asturiano silabea el abismal, extático lenguaje con que está escrito el Universo.
(María García Esperón)

 

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