Aquiles no contestó. Había perdido la noción del tiempo y sentía que hacía una eternidad que estaba a la orilla del Escamandro y que la troyana que le hablaba sin temor no era una mujer sino un mensaje. Un temblor desconocido agitó sus miembros y sin pensar en lo que hacía tomó a Polixena por los hombros y la estrechó contra su pecho. Ella escuchó latir el corazón del héroe y se estremeció.
-Te me mentido, ligero Aquiles. No fue Atenea quien me inspiró el sueño que me trajo a tu camino. Fue Afrodita.
El escudo de Aquiles
MGE