Un escritor con los astros alineados
Mi propuesta ha venido jugando entre lo fantástico y el realismo. |
En La Memoria y el Sol, el excelente espacio que a la literatura infantil y juvenil dedica Alejandra Moglia. me enteré que el muy importante Premio Bartolomé Hidalgo había sido asignado a la novela Tamanduá Killer, del escritor y poeta uruguayo Germán Machado. La interesante y propositiva trayectoria de este autor ha venido a interpelar la narrativa infantil y juvenil que se está construyendo actualmente en una lengua castellana que acusa el impacto de las nuevos medios de comunicación. El premio concedido en el marco de la 34ª Feria Internacional del Libro, organizada por la Cámara del Libro Uruguaya viene a reconocer la muy importante voz de este narrador y poeta uruguayo. Sobre su novela, el Premio Bartolomé Hidalgo, narrativa y poesía, sostuvimos una breve charla desde el otoño mexicano a la primavera de Montevideo. (María García Esperón)
Soy de los que piensan que en la dupla «literatura infantil» primero está lo literario y luego lo infantil (o juvenil). O sea, primero lo sustantivo:
escribir y hacerlo del mejor modo posible.
escribir y hacerlo del mejor modo posible.
MGE: ¿Cómo surge en tu imaginario de escritor la novela Tamanduá Killer?
GM: Fue una confluencia de distintos asuntos que cuajaron en la idea de la novela. Por un lado, un conflicto importante en nuestro país a raíz de la instalación de plantas de procesamiento de celulosa, cuyo principal problema es el de la forestación y la tala de monte nativo, amén de la contaminación de aguas. Un día, informándome sobre eso, leí algo que me llamó la atención: el problema de las empresas para almacenar madera sin que se la coman las termitas. Por otro lado, un debate en el que se vio involucrada una amiga, la doctora en biología y zoóloga, Bettina Tassino, sobre la utilización de recursos del Estado para financiar el trabajo de investigación en ciencias básicas. Finalmente, la lectura de información sobre la posible extinción de los tamanduá, una especie de osos hormigueros autóctonos de nuestra región. Esos elementos confluyeron, como si se alinearan los astros, para que mi imaginación hiciera el clic y surgiera una trama narrativa en la cual la depredación de estos animales, los tamanduás, pudiera estar vinculada a dos factores: el cuidado de la madera de las empresas forestales y la investigación en ciencias básicas. Preocupaciones sobre bioética y el afán de escribir una novela de suspense me permitieron jugar con todos esos elementos, ambientando la historia en esa región ficticia en la que se desarrollan varios de mis cuentos: el Delta.
Desde el momento en que en mi cabeza surgió la idea clara de la historia hasta el presente pasaron cuatro años. Mi amiga Bettina Tassino me dio una buena mano asesorándome sobre los aspectos científicos. Obviamente, ella no tiene ninguna responsabilidad sobre los posibles errores que yo haya cometido al escribir la historia, y menos aún en lo que son los aspectos literarios de la obra o las distintas interpretaciones que puedan hacerse sobre temas de bioética problematizados en la fábula: porque hago constar que el libro pone el conflicto sobre la mesa y que no todos los científicos tienen porque estar de acuerdo con lo que propone y discute.
MGE: ¿Ya habías trabajado antes el suspenso para niños y jóvenes?
GM: En mi novela, Zipisquillas, y en algunos cuentos que he escrito hay componentes de suspenso. Pero en esta novela el suspenso fue algo más deliberado: quería escribir eso que los americanos llaman un thriller y nosotros una novela de suspenso. Claro que en el resultado final, pienso, la novela junta eso con lo que son las clásicas novelas de aventuras y algo del género policial. Los dos héroes de la historia, adolescentes ellos, llevan adelante una investigación: develar el misterio de la aparición en el Delta de osos hormigueros degollados a los que les quitaron la lengua.
MGE: ¡Ya estoy enganchada! Y de seguro eso les pasa a tus jóvenes lectores desde la primera página. ¿Cómo podrías definir tu propuesta en el campo de la narrativa juvenil?
GM: Soy de los que piensan que en la dupla «literatura infantil» primero está lo literario y luego lo infantil (o juvenil). O sea, primero lo sustantivo: escribir y hacerlo del mejor modo posible. Después, si tenemos la suerte de que lo escrito le interesa a niños y jóvenes, pues estará justificado el calificativo.
Mi propuesta, hasta ahora, ha venido jugando entre lo fantástico y el realismo. En esa tensión, no descuido el precepto clásico de que lo literario cumpla con las tres funciones de conmover, educar y entretener. Trato de evitar lo pedagógico a la vieja usanza, pero también intento evitar lo banal y chabacano: para lo primero, está la escuela; para lo segundo, con la televisión y el mundo del espectáculo ya hay suficiente. Creo que en la tensión entre esos tres objetivos se puede cocinar una buena historia. Y esto último, contar una buena historia, pienso que es clave. Me siento muy a gusto escribiendo en este campo, donde no hace tanto que estoy: piensa que mi primer publicación para niños fue la que surgió con el primer premio que obtuve en 2007, en el concurso convocado por la Revista Imaginaria, que sucedía en este delta y llevaba por título, El secreto de los Greenwall. Han sido cuatro años intensos. Y de algún modo, creo, por no estar directamente vinculado a todo lo que fue el movimiento de renovación de la LIJ uruguaya que arrancó a principios de los noventa, quizás estoy más suelto para ensayar historias que no tengan que atarse a algunos estereotipos infantiles o a criterios de ambientación localistas que los editores han manejado como un sine qua non.
MGE: ¿Cómo se relacionan tu narrativa y tu creación poética? ¿Dejas al poeta en casa para escribir un thriller?
GM: No. Eso no sucede nunca. Si bien la predisposición mental es distinta cuando uno se sienta a escribir un poema o a desarrollar las líneas de una trama argumental narrativa, la práctica de escribir poesía es siempre un acicate para darle vuelo al lenguaje. Lo poético es la sal y la pimienta de eso que te decía antes: el intento de conmover al lector. Lo que sí percibo últimamente es que el narrador se ha ido colando en la escritura de poesía. Pero todavía no podría decir hasta qué punto eso será importante en mi escritura. Mi próximo libro de poesía será una buena posibilidad para juzgar eso. Ya veremos.
MGE: ¿Qué significa el Premio Bartolomé Hidalgo concedido a tu novela? ¿Qué repercusiones traerá?
GM: El Premio Bartolomé Hidalgo es uno de los más importantes que se conceden en nuestro país. Quizás no es el de mayor prestigio literario, pero sí que es uno de los de mayor difusión e impacto mediático. Lo organiza la Cámara del Libro, el jurado es prestigioso, lo han obtenido los escritores más populares de nuestro país, se entrega en el marco de la Feria del Libro, que es la actividad del mundo del libro más importante de nuestra ciudad. Todo eso hace del premio una buena ventana para que la obra premiada tome difusión.
Este año ha sido para mí muy intenso: publiqué tres libros; hay un cuarto en camino; y obtuve en Argentina el premio de poesía de los Destacados de ALIJA con Ver llover. Si a todo eso sumamos el Bartolomé Hidalgo, así lo pienso ahora: la repercusión más importante es que habrá un interés por parte de los mediadores y de los lectores para conocer mejor mi trabajo. Creo que eso es lo mejor que pueda pasar. Y después, bueno, seguir escribiendo, trabajando y publicando.
Germán Machado nació en Montevideo, Uruguay, en 1966. Desde entonces reside en esa ciudad a orillas del Río de la Plata. Escribe poesía y narrativa. Sus libros de poesía para niños son: Garabatos y ringorrangos (Editorial Libro de Notas, España, 2010) y Ver llover (Editorial Calibroscopio, Argentina, 2010). Este último, obtuvo el premio de poesía de los Destacados de ALIJA 2010 (Asociación de Literatura Infantil y Juvenil de la Argentina). En narrativa, además de Tamanduá Killer ha publicado Zipisquillas, El señor Dino Ache y el canario dorado y El devorador de paisajes. Más información en su blog: http://machadolens.wordpress.com/